Rhemas

, Posted by Sergio Barroso at 2:49

Considero que como cristianos, todos debemos tener muy en claro hacia donde vamos, cuál es la finalidad de nuestra fe, y también cuales son los procesos en los que nos encontramos inmersos, como individuos y también como cuerpo de Cristo.

¿Cuál es el objetivo final por el cuál Dios nos creó?

Más allá de todas las cosas que Dios quiere, como nuestra salvación, nuestra santificación o nuestra obediencia, hay una meta que está más allá de todas porque las incluye a todas, y que es que Dios quiere que Jesús sea el primogénito entre muchos hermanos. Dios quiere que seamos sus hijos, a la estatura de la plenitud de Cristo, su primogénito.

Entendiendo el fin de nuestra fe, es necesario también entender el cómo llegamos a esa meta.

En principio este blog está dirigido a cristianos, es decir a quienes ya han nacido de nuevo, y lo que pretendo es aportar comida sólida que nos ayude a avanzar en nuestro camino, por lo tanto no hablaré de rudimentos… como decía Pablo en Hebreos: “Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno. Y esto haremos, si Dios en verdad lo permite.”

Para llegar a nuestro destino, como individuos y como cuerpo, estamos sujetos a un proceso, que me gusta definirlo tal como Pablo: “…nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.”

Para ayudar a la comprensión de cómo se desarrolla este proceso de transformación, quiero enfocarme aquí en tres términos íntimamente ligados, pero con significados diferentes: Escrituras, Logos y Rhema.

En la Biblia, Logos y Rhema se traducen ambos como “Palabra”, pero en realidad hacen referencia a significados diferentes. La confusión de términos se acrecienta si sumamos a esto que normalmente nos referimos a las Escrituras como la “Palabra” de Dios.

Como hijos de Dios que caminamos hacia la madurez, no podemos ignorar su diferencia, dada la importancia que su comprensión tiene para nuestra vida.


Las Escrituras (γραμμασιν o γραφας)

Cuando Jesús mencionaba el término Escrituras, se refería a lo que hoy conocemos como Antiguo Testamento. A este cúmulo de libros en otro momento se lo menciona como la Ley y los Profetas. Todo lo que estaba “escrito”, lo cual había sido revelado a distintos hombres de Dios en distintos momentos de la historia, pero con un eje común, con un hilo conductor. En la Ley, encontramos la voluntad de Dios escrita para un período determinado, y la podríamos resumir en esta declaración: “El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas” (Ro. 10.5; Lv. 18.5). Los Profetas por su parte, encarnaban la voz de Dios, un Dios que se manifestaba a través de ministerios especialmente ungidos, orientando al pueblo o a los gobernantes en su accionar. En todo esto podemos afirmar que Dios manifestaba su voluntad a través de instrumentos externos.

Este período de vigencia del Antiguo Testamento abarcó hasta el momento de la manifestación de Jesucristo en carne y la instauración de un Nuevo Pacto, de un Nuevo Testamento, que también fue puesto por escrito y cuyo canon fue cerrado al terminar de escribirse el libro que conocemos como Apocalipsis o Revelación, es decir que todo lo que debía ser escrito, toda la descripción necesaria, toda la exposición escrita acerca de la verdad fue concluida con el libro de Juan. De más está decir que este Nuevo Pacto o Testamento difiere esencialmente del primero por muchas razones, pero quiero resaltar aquí que el resultado del nuevo pacto es que Dios vendría a morar al interior de los creyentes a través del Espíritu Santo.

Hoy podemos definir que las Escrituras refieren y abarcan los “textos escritos” de ambos Pactos o Testamentos, y están contenidas en lo que conocemos como “Biblia” -El Libro-.

Lo primero que debemos entender es que las Escrituras hablan de Dios, o de parte de Dios, pero no son Dios. Podemos tener conocimiento de la verdad escrita, pero podemos estar alejados de la sustancia de dicha verdad.

Hay un pasaje en que Jesús reprende a los fariseos y les dice:

“Examinais las Escrituras porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida.” (Jn 5.39-40) (Biblia de las Américas)

Aunque algunas traducciones dicen: “Escudriñad las escrituras…” -como si fuera una orden o una enseñanza de Jesús-, la traducción más apropiada, y el espíritu de lo que Jesús quiso decir en este pasaje, es algo así como “Ustedes están escudriñando…” o “Ustedes escudriñan…”, como podemos ver en la versión interlineal en griego:

εραυνατε Están escudriñando τας los γραφας escritos οτι porque υμεις ustedes δοκειτε están pensando εν en αυταις ellos ζωην vida αιωνιον eterna εχειν estar teniendo και y εκειναι aquellos εισιν son αι los μαρτυρουσαι dando testimonio περι acerca de εμου και Y ου no θελετε quieren ελθειν venir προς hacia με a mí ινα para que ζωην vida εχητε puedan tener

En las Escrituras no se encuentra la vida eterna, las Escrituras dan testimonio de Jesucristo… es en su persona donde está la vida, él “es” la vida. Las Escrituras tiene un objetivo, una finalidad: dar testimonio, dejar sentada la verdad, orientar a la verdad, pero “no son” lo que describen. Están dadas para orientar al hombre hacia el LOGOS.


El Logos (λογος)

“En el principio era el Verbo y el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios”.

Verbo y Logos son la misma palabra.

“En el principio era el Logos y el Logos era con Dios y el Logos era Dios”.

El Logos es el Hijo. En el Logos está la plenitud de Dios.

Al hablar de Logos estamos hablando de la Persona de Dios, de Cristo.

Cuando uno estudia los manuscritos griegos del Evangelio de Juan, se encuentra con que Logos no se refiere a la palabra escrita, a la Biblia, como a veces suele suponerse o enseñarse, sino a la persona de Cristo.

La siguiente es la versión interlineal en griego de Juan 1.1:

εν En αρχη principio ην era ο la λογος Palabra και y ο la λογος Palabra ην era προς hacia τον a el θεον Dios και y θεος dios ην era ο la λογος Palabra

Así encontramos que γραμμασιν (Escrituras) no tiene el mismo significado que λογος (Logos-Verbo). Como vimos anteriormente, γραμμασιν hacen referencia, describen, señalan a λογος.

El Verbo-Logos es quien ejecutó la creación: Todas las cosas por él fueron hechas, él fue quien “fue hecho” carne por voluntad del Padre, por ofrecimiento propio y por obra del Espíritu Santo.

και Y ο la λογος Palabra σαρξ carne εγενετο llegó a ser και y εσκηνωσεν habitó en tienda εν en ημιν nosotros

Y aquel Logos fue hecho carne, y habitó entre nosotros... (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad… de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.

Por medio de un hombre, Moisés, vino la Ley, una descripción de la naturaleza del hombre y de la perfección o santidad a la que el hombre está llamado. Ley que no puede hacer a nadie perfecto porque no tiene el poder de cambiar la naturaleza. Es a partir de la Ley que tenemos conocimiento del pecado (Ro 3:20).

En cambio la gracia y la verdad fueron dadas a conocer por Jesucristo, quien es Dios. El es la verdad, y la gracia fue y es la motivación de la revelación de esa verdad. La gracia aparece como un aspecto fundamental para acceder a la verdad, y ser hechos hijos de Dios. A todos los que lo recibieron les dio esta potestad.

¿Cómo se recibe a Jesucristo, al Logos de Dios? ¿Qué significa recibir a Jesucristo?

Aquí encontramos el otro término al cual vamos a desarrollar: el RHEMA.


Rhema (ρημα o ρηματα)

Las Escrituras describen una finalidad y un proceso.

La finalidad: ser hechos hijos de Dios. El proceso: aceptarle, recibirle, tomar de la plenitud de Dios.

Aquí las Escrituras nos introducen en otro aspecto a tener en claro: de la plenitud del Logos tomamos todos: gracia sobre gracia… Aquí aparece un proceso de tomar de su plenitud por gracia. Esta es una síntesis de todas las Escrituras.

Ese proceso se realiza a través de revelaciones progresivas. Esas revelaciones son los Rhemas.

Un Rhema es una revelación personal de algún aspecto del Logos.

Obviamente esta revelación personal tiene que estar de acuerdo a las Escrituras. No puede existir una revelación que contradiga la revelación escrita. Escrituras, Logo y Rhema tienen correspondencia entre si, pero no deben confundirse.

Las Escrituras describen aspectos del Verbo que deben ser revelados por gracia, para que seamos partícipes de su sustancia. Somos hechos participantes de Cristo al oír su voz. El Rhema es la voz de Dios para mi vida.

El Rhema es la revelación de algún aspecto de su ser con la finalidad de que sea manifestado en los hijos.

Los Rhema son traídos a nuestra vida por el Espíritu Santo. Esto se hace de manera progresiva, de acuerdo a la madurez que vamos alcanzando.

Hay multitud de pasajes donde el término empleado es Rhema, y sería sumamente edificante verlos para entender cabalmente su significado, pero no es la finalidad de este artículo. Pero para ver algunos ejemplos podemos mencionar que cuando Pablo habla de la "Espada del Espíritu" que es la Palabra de Dios, usa el término Rhema: "Y tomad... la espada del Espíritu que son los Rhemas de Dios"; o cuando dice que la fe es por el oír y el oír la Palabra de Dios, también se refiere al Rhema: ¡La fe proviene de oir un Rhema!

Un ejemplo de cómo opera el Rhema de Dios -si bién no menciona el término- lo vemos en el momento que Jesús envía de dos en dos a los setenta y les ordena que sanen a los enfermos. Antes de este acto, ellos no tenían este poder. A partir de la palabra, Jesús les imparte esa potestad. Cuando regresan y le cuentan lo que había pasado, “Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Si, Padre, porque así te agradó. Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. Y volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis; porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oir lo que oís, y no lo oyeron.” (Lc. 10.21-24)

En esta enseñanza posterior, se ve claramente que el origen del poder es una “revelación” del Hijo por gracia: “porque así te agradó…”


Veamos también el pasaje donde Jesús hace referencia a los Rhemas que serían revelados tras su partida, lo que nos ilustra lo que mencionamos anteriormente, que la revelación es progresiva:

“Aún tengo muchas cosas por deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.” (Jn 16.12-15)

Aquí vemos que Jesús no se manifestó completamente a los discípulos, porque no lo podían sobrellevar. Habían tenido revelaciones importantes, pero Jesús les corre el horizonte, la línea de meta: ustedes aún no conocen todo, hay muchas cosas más por conocer… El Espíritu Santo les revelaría aún más de Cristo (¿Cuál es la “estatura de la plenitud de Cristo”? Considerando lo infinito de Dios, podemos tener una cierta percepción de que estamos hablando de algo que lógicamente deberá ser progresivo).

Sabemos que cuando Jesús habla de conocimiento, no habla de conocimiento intelectual, sino de conocimiento íntimo, de “hacerse carne”, hacerse uno con lo revelado –por eso en algunos pasajes se usa el término que también refiere a la relación sexual-, así que Jesús no está hablando aquí de simple conocimiento intelectual, doctrinal o de los tiempos, sino de revelaciones de Dios que son imposibles de sobrellevar en determinado momento, porque implican una manifestación de poder, de Gloria.

En otras palabras, el Espíritu Santo toma de la sustancia misma de Cristo, y la transmite a sus santos a través de sucesivas revelaciones o Rhemas.

Así que en las Escrituras vamos a encontrarnos con principios, descripciones, referencias, indicaciones, enseñanzas, respecto de Dios. A ese Dios allí descrito, inaccesible para el hombre natural, el Logos lo ha manifestado. Pero es a través del Espíritu Santo, en revelaciones progresivas, Rhemas progresivos a nuestro espíritu, que ese Logos se hace carne en los hijos, con el objetivo final de formarnos a su imagen y semejanza.


Es tan importante entender este aspecto de la vida cristiana, ya que es un proceso que comenzó aquí en la tierra –en el momento que Jesucristo se nos reveló personalmente como Salvador y lo aceptamos-, pero que continuará aún en los cielos. ¿Dónde lo mencionan las Escrituras?

Cuando Pablo se dirige a los cristianos de Corinto, les dice:

“Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar.” (2 Co 12.3-4)

El término que Pablo usa aquí es Rhemas.

Pablo había madurado a tal punto, es decir, tenía revelación de Cristo en él a tal punto, que le fue necesario, para seguir creciendo, ser transportado a los cielos para recibir un tipo de Rhema que era imposible de ser transmitido en la tierra.

Recuerdo una predicación de Benny Hinn, donde estaba transmitiendo una revelación de tal magnitud, que él mismo daba cuenta de su limitación y dijo algo así: “Para continuar hablando, a partir de este punto, debería continuar hablando en lenguas…” Y lo hizo!!! Y los presentes estallaron en alabanza. Quizá nuestro intelecto a partir de ese momento no recibió edificación, pero nuestro espíritu fue impactado por un Rhema inefable.


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Eclesiásticamente, podríamos decir, este proceso es similar. A lo largo de la historia, hubo hombres que recibieron revelaciones de Cristo que manifestaron a través de tremendos ministerios.

Las diferencias entre ellos estuvieron marcadas por su formación, su idiosincrasia, su cultura, la época que les tocó vivir, donde los marcos históricos y las resistencias a vencer fueron a veces diferentes… pero se trababa del mismo Dios, del mismo Logos, del mismo Espíritu, del mismo proceso, del mismo fin…

Cada uno lo recibió e hizo su parte: manifestarlo al mundo.

Hoy nos toca a nosotros.

Mientras los primeros cristianos tenían el privilegio de tener el testimonio de Cristo más directo, la iglesia actual tiene el privilegio de tener una mayor nube de testigos que al principio. Es decir que tenemos una mayor manifestación de dones de los cuales aprender y tomar de los Rhemas recibidos por ellos. Es decir que tenemos una mayor cantidad de ejemplos de las diferentes formas que fue adoptando la revelación progresiva de Jesucristo, y debemos aprender de ello.

Pero la multiplicidad de doctrinas que consecuentemente se forman en torno a una revelación, ha llevado a veces a una complejidad que termina confundiendo, degenerando o cayendo en una serie de legalismos o formulismos que pretenden llevarnos a la experiencia original, pero que en la práctica nos alejan de ella.

Por eso, entiendo que el principal llamado que encontramos en esta multiplicidad es el de “estar atentos al Espíritu Santo para oir los Rhemas que Dios tiene para nosotros personalmente” y ser obedientes a Dios en eso. ¿Por qué tal o cual ministerio resultó impactante en su tiempo y lugar? Porque fue dócil a su Rhema particular.


Por eso, para terminar, y sin pretender haber agotado el tema, es importante recalcar que “no es del que quiere, ni del que corre, sino de Dios, que tiene misericordia”. Porque no es por nuestras fuerzas, sino por su revelación. Me refiero a que no podemos forzar nada, sólo tenemos que prestar atención al Espíritu Santo para hacernos cargo del tipo de revelación que nos es dada “particularmente”. Muchos fracasos y esfuerzos infructuosos se deben a que hay buena intención, pero no existe “sustancia de revelación” que la sustente. Un buen ejemplo de esto lo encontramos en el capítulo 2 del libro “Tu Dios Reina” del Rev. Edward Miller, donde cuenta que su ministerio era infructuoso hasta que:

“...un día, un día igual a todos los transcurridos y sin previo aviso, se hizo oír una palabra en medio de la habitación, UNA PALABRA que vibraba desde las profundidades y en las alturas. Sobre esa palabra vino la poderosa Presencia de Dios, llenándolo todo. En aquel instante y con una voz que parecía audible, me fue dado un mensaje especial. El velo fue roto, y las ventanas de los cielos abiertas. La gloria brilló a mi alrededor, encontrándome en el espíritu. Dios se había acercado a un hombre común. Él se había dignado a hablar para cumplir su propósito y voluntad. Su realidad había sido manifiesta...”

Ese Rhema marcó un antes y un después en su ministerio; y un antes y un después de la iglesia en Argentina. ¡Tan importante es un Rhema!


Sergio Barroso


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